¿Por qué tantos carteles?

Los responsables de la campaña contra la capilla de la facultad de historia no se limitan a las asociaciones aquí presentes, ni mucho menos. Viene de más arriba, coordina a multitud de grupúsculos en un ataque perfectamente medido y orquestado. Eso o de repente todos los radicales de ultraizquierda de las universidades españolas se han puesto de acuerdo.

 

En mi opinión estos grupos son la punta de lanza de una ofensiva de mucho mayor alcance. Ideológicamente se consideran marxistas, socialistas o comunistas, pero todos nacen de los movimientos y estructuras que creó aquí la tercera internacional comunista.

 

Su táctica ha cambiado bien poco desde la revolución de Lenin. Se basan en grupos pequeños fuertemente violentos, adoctrinados y jerarquizados, que expanden una propaganda de una excelentísima calidad (lemas repetitivos, uso y abuso de palabras "tipo" - como libertad o tolerancia - y presión desmedida contra el "enemigo"). En España sus patrañas llevan tiempo infectando la universidad.

 

Pero no quiero acusarles de comunistas, ni de estar a sueldo del PCE (pese a que hemos visto frecuentemente a ciertas personas ajenas al campus departir largamente con estos grupos), quiero llamar la atención sobre su arma más peligrosa hasta el momento: la propaganda.

 

No tienen razón, pero eso da igual, mientras sepan camuflarlo. hacen un uso extremo de la asociación de palabras. Para referirse a ellos, a sus causas, su lucha y acciones, utilizan palabras que tienen una carga subconsciente positiva, como "tolerancia" o "libertad". Para referirse, por ejemplo, al sacrilegio de Somosaguas nunca usan "incursión", "profanación" o "ataque", pues son palabras demasiado violentas para convencer a la gente de que son los buenos; en cambio usan "performance", que es muy moderna y a la moda, o "reivindicación", pues no hay nada malo en reivindicar algo.

Son sutiles técnicas que dejan al subconsciente del receptor del mensaje más predispuesto a favor de estos grupos. Así mismo, también funciona al revés, y el hecho de que todos los carteles del lunes del asedio y anteriores no paren de asociar la palabra "capilla" con "intolerantes", "fanáticos" y, sobre todo, "fascistas" van encaminados a ese fin. Por supuesto no es fácil, y se requiere mucha insistencia en el mensaje y poco tiempo para reflexionar para que tengan efecto. Pero por ahora, chapeau.

 

Otra técnica muy utilizada es el uso del doble rasero y del victimismo. Ellos están constantemente forzando la confrontación con ofensas y actos que violan el recinto sagrado de la capilla (y muy a sabiendas de lo que hacen), para presentar todas sus acciones como legítimas reivindicaciones y uso de su "libertad de expresión" en la propaganda. Por otro lado buscan afanosamente cualquier error (agresión, insulto, vilipendio o contraataque) para mostrarnos como violentos, intransigentes y poco o nada dignos de ser escuchados. Es vital el no dejar expresarse al otro, y si se hace gritando "libertad de expresión", encima quedas como el bueno de la película.

 

En el caso de que el enemigo (un ente abstracto en el que cabe cualquiera que no piense como ellos, hasta otros marxistas) no dé motivos, es necesario buscarlos, exagerando, manipulando o hasta llegando a inventarlo desde cero, lo que hicieron, por ejemplo, el viernes 18.

 

No les hace falta quedar como los buenos de la película, la gente ya tiene en su subconsciente que hay dos bandos, ellos y nosotros, y que más o menos somos igual de integristas (como demostraron estas fotos). No importa que no sea cierto.

 

Lo que hay que hacer es no dejarse manipular. Hacer uso del sentido crítico y romper la barrera del pensamiento único y la de la corrección política. A poco que se observen sus actos y los nuestros, se verá que nada tenemos que ver con ellos, y que si hay alguien que sea integrista, fanático o intolerante, han de ser los que tanto gritan y exigen sin dar nada a cambio. Y no somos precisamente nosotros.