Introducción

La Crónica de las Catacumbas

 

En esta sociedad tan agnóstica, la vida de un católico comprometido no es fácil; tiene que lidiar con la indiferencia, la burla y hasta con la hostilidad de gran parte de la sociedad. Pero desde hace más de un año, el estudiar o trabajar en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid se ha vuelto muy difícil para muchos de nosotros. En esta pequeña bitácora trataremos de contar el día a día al que tenemos que enfrentarnos los cristianos de la facultad.

 

Existe desde hace mucho una capilla en el piso bajo de la facultad. Está escondida tras un rincón de la escalera, enfrente de una muy transcurrida cafetería y al lado de un pequeño museo del departamento de América II. En ella el capellán celebra misa diariamente, hay reuniones abiertas a todo el mundo para profundizar más en la Fe, adoración del Santísimo y rezo del Rosario. La capilla está abierta a todo el mundo, creyente o no, para hablar con Dios, encontrar un espacio tranquilo de meditación o reflexión, o simplemente para acallar el ruido y ajetreo de la universidad. Lo que viene siendo un templo: un lugar para alejarse del mundo y acercarse a Dios.

 

No obstante, esto no parece gustar a todo el mundo. Desde hace ya un tiempo la capilla, el capellán y, en menor medida, todos los que acudimos con cierta asiduidad a la misma, hemos sido marcados como non gratos.

 

No es un movimiento de rechazo general, pues la mayoría de los alumnos, profesores y personal de administración o bien no le importa o bien no  toma partido; pero un pequeño grupo de alumnos nos considera un peligro o una amenaza, y se ha propuesto echarnos de la Universidad.

 

No pretenden echarnos exactamente: sólo quieren cerrar la capilla, expulsar al capellán y privar a todos los católicos de la facultad de poder rezar, reunirse y expresarse libremente. No sufrimos persecución como muchos cristianos del extranjero, pero no deja de ser preocupante la situación que vivimos, estamos siendo presionados e insultados, y vivimos con un temor creciente a lo que puedan hacernos. Procuramos pasar desapercibidos para evitar enfrentamientos, pero resulta cada vez más difícil ser coherentes con lo que creemos sin entrar en claro enfrentamiento con aquellos que no nos quieren en la Universidad. En cierto sentido vivimos como en las catacumbas.

 

Iñaki